A 50 años de su muerte: Perón, el hombre que marcó la historia argentina reciente
Juan Domingo Perón fue un militar y político argentino que vivió entre 1895 y 1974 y gobernó el país en tres oportunidades. Entre 1946 y 1951, luego de ganar con el 52% de los votos y entre 1952 y 1955, tras obtener la reelección con el 62%. Sin embargo, no pudo terminar su mandato porque fue derrocado por un golpe militar. Tras casi 18 años de exilio y proscripción política, presentó su candidatura presidencial y obtuvo el 66% de los votos para gobernar entre 1973 y el 1 de julio de 1974, cuando falleció.
Por Ana Castellani*
Ya de por sí, el hecho de haber sido elegido democráticamente presidente en tres oportunidades nos habla de la excepcionalidad de su figura. Sin embargo, el motivo que lo convierte en una bisagra en la historia argentina reciente, con vigencia y proyección hasta nuestros días, es la intensidad de la transformación que logró en sus primeras presidencias.
Nada volvió a ser igual en el país después de esa experiencia. Las transformaciones sociales, económicas y políticas fueron persistentes y excepcionales en el sentido literal de la palabra.
Perón inició su carrera política cuando pasó a ocupar un modesto cargo en el gobierno militar de 1943, allí fue director del Departamento Nacional de Trabajo y entabló un vínculo cada vez más fluido con los sindicatos.
Luego sancionó numerosas normas que ampliaron e institucionalizaron derechos laborales que mejoraron las condiciones materiales de vida de la clase trabajadora (Estatuto del Peón, aguinaldo, vacaciones pagas, Tribunales Laborales, entre otros). En poco tiempo fue ganando poder y para 1945 era, además de secretario de Trabajo y Previsión, ministro de Guerra y vicepresidente de la Nación.
Este protagonismo creciente y su aceitado vínculo con los sindicatos despertó recelos en las élites militares. Fue obligado a renunciar a todos sus cargos y confinado a prisión en octubre de 1945. Precisamente, el 17 de octubre de ese año, una multitud de trabajadores de los suburbios de Buenos Aires marcharon hacia la Plaza de Mayo para exigirle al gobierno la liberación de Perón, a quien ya consideraban su líder. Al anochecer, desde el balcón de la Casa Rosada se dirigió a la multitud que lo ovacionaba.
Ese día nació el peronismo como fuerza política, como movimiento popular disruptivo, opuesto a las élites de entonces. Allí se construyó una identidad política que perdura hasta nuestros días, y también se forjó su contracara identitaria: el antiperonismo. Es imposible entender el significado de este proceso de transformación sin advertir el choque entre los dos modelos de país que se expresaron en estas identidades políticas antagónicas.
Ante la convocatoria a elecciones establecida para febrero de 1946, Perón presentó su candidatura presidencial con el apoyo de trabajadores sindicalizados, independientes y desprendimientos progresistas de partidos tradicionales. Estableció las bases de su proyecto en tres principios fundamentales: justicia social, independencia económica y soberanía política. Y venció frente a una amplia coalición electoral que integraban conservadores, radicales, socialistas y comunistas.
Durante sus primeros años de gobierno se produjeron tres cambios fundamentales que marcaron un antes y un después en la historia argentina:
La plebeyización de las élites y la conformación de una alianza policlasista
Con la llegada de Perón al gobierno los principales resortes del poder del Estado quedaron en manos de personas de origen social medio o medio-bajo, propiciando activamente una renovación de las elites políticas.
Por otro lado, el impulso estatal al desarrollo industrial generó transformaciones en la elite económica tradicional: se incorporó una nueva fracción de capitales industriales de origen nacional y menor tamaño relativo, pero de rápida expansión y dinamismo.
Esta fracción estableció una alianza social con los trabajadores sindicalizados en defensa de un modelo económico nacional industrialista que condicionó el devenir de los gobiernos posteriores y sólo pudo quebrarse con el terrorismo de Estado que desplegó la última dictadura cívico-militar (1976-1983).
La construcción de una nueva estatalidad
Perón construyó una nueva forma de articulación entre el Estado y la sociedad a través de tres movimientos simultáneos a) la ampliación de los derechos sociales y políticos, plasmados en la Constitución de 1949 y en la ley de voto femenino de 1947, en la que su esposa, Eva Duarte, jugó un rol crucial; b) el establecimiento de la negociación colectiva tripartita (representantes del capital, del trabajo y Estado) por rama de actividad, para garantizar igualdad de condiciones laborales y salariales en cada sector económico, y por último, c) el fortalecimiento del rol del Estado en la economía a través de un vasto plan de obras públicas que permitió ampliar la infraestructura social (hospitales, escuelas, viviendas etc.), el crecimiento de las actividades productivas a través de las empresas públicas, y la aplicación de una reforma económico-financiera que incrementaba las funciones regulatorias del Estado e incluía la nacionalización de los depósitos bancarios, el control del precio de los alquileres y del comercio exterior.
El incremento del poder económico y político de la clase trabajadora
El establecimiento de las negociaciones colectivas permitió un crecimiento de salario real promedio en torno al 54% entre 1946 y 1955 y el fortalecimiento inusitado de las organizaciones sindicales que por primera vez ocupaban un lugar destacado en la mesa de negociación paritaria.
Pero sin dudas el dato que mejor ilustra el cambio que implicó el primer peronismo es el incremento de más de 11 puntos en la participación del ingreso de los trabajadores en tan solo 6 años, pasando del 45.2% en 1946, al 56.9% en 1952.
Este incremento inédito en los ingresos de los trabajadores permitió el ascenso social de amplias capas de la población y consolidó la idea de que desde el Estado y con voluntad política, se podía construir una sociedad más justa e igualitaria.
Este legado del primer peronismo generó cambios profundos y persistentes en la estructura y dinámica de las clases sociales y en su relación con el Estado. El poder sindical, la disputa por la distribución del ingreso, la factibilidad de una alianza entre trabajadores y pequeños empresarios, la demanda de intervención estatal en la economía, y la movilidad social ascendente, fueron marcas distintivas de nuestro país desde la segunda mitad del siglo XX.
A cincuenta años de la muerte de Perón, la aspiración de construir un modelo de desarrollo nacional y popular, con justicia social, independencia económica y soberanía política, sigue vigente en amplios sectores del pueblo argentino.
*Socióloga argentina
Publicado en NODAL