Cambiemos sembró vientos y recoge tempestades
Por su parte, Carrera explica que “las tensiones entre Estados Unidos y China meten mucho ruido e incertidumbre en las finanzas internacionales, donde no existen reglas escritas sobre qué se puede hacer y qué no en materia cambiaria. Trump está dispuesto a jugar en los límites de la cancha y elige pelear con China, que solo responde de contragolpe. Avanzan y retroceden. Esa disputa suma inestabilidad en las alianzas internacionales”. El investigador del Conicet y ex jefe de investigaciones económicas del Banco Central advierte que el inicio de una guerra de monedas con devaluaciones alrededor del mundo para ganar (o mantener) la competitividad cambiaria “presenta un escenario muy complicado para Argentina por sus efectos en materia de inflación y actividad”. Desde su perspectiva, mientras que los países europeos, escandinavos, asiáticos y algunas economías emergentes cuentan con margen de maniobra en términos de precios para validar una devaluación del 15 por ciento, Argentina está muy limitada por el elevado impacto de un salto cambiario sobre los precios internos.
“La guerra comercial entre Estados Unidos y China profundiza el proceso de reducción del comercio global. En 2001 los países del mundo comerciaban por un valor de aproximadamente el 30 por ciento de todo lo producido, mientras que hoy nos encontramos 10 puntos por debajo de esa medición”, advierte Gallardo. La experta en desarrollo económico y docente de la UBA indica que “si bien la disputa entre ambas potencias puede generar pequeñas oportunidades de inserción para productos argentinos, la experiencia viene demostrando que la conjunción de deterioro de los volúmenes de comercio mundial, el crecimiento de barreras arancelarias y no arancelarias y las devaluaciones competitivas tiende a generar más presión sobre las cuentas externas argentinas que a mejorarlas”. Gallardo explica que «la principal relación comercial que tenemos con ambos países es a través de productos primarios y manufacturas de origen agropecuario, donde los precios internacionales vienen dados y las posibilidades de ampliación comerciales son acotadas”.
“Que el peso argentino se encuentra entre las monedas emergentes que más se depreciaron es el resultado de la gran vulnerabilidad externa que todavía persiste, la desregulación cambiaria y la incertidumbre previa a las PASO”, explica Grancharoff, del Ocepp, al señalar que “los mercados emergentes están evidenciando salida de capitales en un contexto de aversión al riesgo global por una guerra comercial que parece estar dando comienzo a una guerra de monedas, donde los instrumentos y monedas emergentes se venden dado que el refugio es en moneda dura”. El investigador advierte que alrededor del 25 por ciento de las reservas brutas del Banco Central están denominadas en yuanes: “La devaluación china implica que la cantidad de dólares de los que puede disponer el BCRA en caso de activar el swap sean menores. De este modo, el potencial poder de fuego del BCRA para frenar nuevas corridas cambiarias se ve disminuido”, indicó Grancharoff.
Al canal financiero, el economista suma el comercial. “China es el segundo socio comercial de Argentina después de Brasil. A su vez, el vínculo comercial entre Brasil y China es fuerte, por lo que el impacto puede ser doble. Si esto se traduce en una recesión económica global con epicentro en los principales socios de Argentina, puede ser muy problemático para una economía que tiene como condición necesaria para sobrepasar los próximos años que aumenten sus exportaciones”, consideró el investigador del Ocepp, para quien la escalada en la disputa puede afectar los precios de los principales commodities.