La política económica que empezó a desplegar Bolsonaro en Brasil puede arrastrar a la Argentina
El FMI asegura que el programa de austeridad implementado por Argentina restablecerá el crecimiento económico a partir del segundo trimestre. Como el consumo interno y la inversión privada seguirán en caída libre, el impulso esperado por el organismo llegaría por el frente comercial. El impacto recesivo de la devaluación permite contener las importaciones mientras que las condiciones climáticas impulsarán las ventas agropecuarias después de la sequía del año pasado, pero el porvenir de las exportaciones de manufacturas de origen industrial está sujeto al desempeño económico de Brasil, donde acaba de asumir la presidencia Jair Bolsonaro. PáginaI12 consultó a los economistxs Mercedes Marcó del Pont (FIDE), Pablo Dragún (CEU-UIA), Paula Español (Radar), Victoria Giarrizzo (Cerx) y Alejandro Fiorito (UNM) para identificar los riesgos que presenta para Argentina la política económica que pretende implementar el nuevo gobierno brasileño. Pasado mañana el presidente Mauricio Macri visitará a Bolsonaro, quienes coinciden en la implementación de programas económicos neoliberales en detrimento de los sectores trabajadores.
Lxs cinco analistas consultados advierten que el paquete de medidas anunciadas hasta el momento amenazan con devolver al país vecino al escenario recesivo. La reducción en el aumento del salario mínimo, la profundización del ajuste fiscal, la reforma previsional con la creación de las AFJP, las privatizaciones aceleradas y (más) flexibilización laboral darán lugar a una nueva contracción del mercado interno brasileño que se traducirá en una nueva caída de la demanda de exportaciones argentinas, con el consecuente impacto sobre el nivel de empleo industrial. El país vecino es el principal socio comercial de Argentina. Hacia ese mercado se destinó el 18,2 por ciento de las exportaciones totales durante los primeros diez meses del año pasado. Automotriz, neumático, química y plástico son algunos de los rubros más expuestos.
Frente a un debilitado Mercosur, el anunciado proceso de apertura comercial multiplicará, a su vez, el impacto negativo sobre las empresas argentinas. No solo deberán intentar colocar sus productos en un mercado que se achica sino que quedarán expuestos a la competencia de las firmas del sudeste asiático. Pero el porvenir brasileño no es el único riesgo para el desempeño exportador al que se encomendó la gestión cambiemita para recuperar el crecimiento económico. Los aumentos en las tasas de interés de la Reserva Federal, la volatilidad en los mercados financieros internacionales y la disputa comercial entre Estados Unidos y China suman presiones a la baja sobre la vulnerable demanda externa.
El ajuste no empuja
“Nuestro principal socio comercial todavía no logró superar la pérdida experimentada durante la recesión de 2015 y 2016, cuando el producto acumuló una caída cercana al 7,0 por ciento. La regla fiscal impulsada en 2016 que limita el crecimiento del gasto al índice de la inflación permite explicar la debilidad de la demanda agregada que ancla las posibilidades de una recuperación más fuerte”, explicó a este diario Marcó del Pont. Brasil cerrará 2018 con una tímida mejora del PBI de 1,3 por ciento. “No hay razones para pensar que esta inercia de bajo crecimiento cambie durante la gestión de Bolsonaro. La estrategia económica mantiene el sesgo ortodoxo impulsado por su predecesor”, consideró la ex banquera central al recordar que el ajuste fiscal comenzó durante el gobierno de Dilma Rousseff.
Entusiasmados tras la asunción de Bolsonaro, los bancos y consultoras que participan del relevamiento de expectativas de mercado del Banco Central de Brasil pronosticaron la semana pasada que la economía crecerá hasta 2,6 por ciento. También optimistas son las proyecciones de los organismos multilaterales.
El FMI dice que el producto se recuperará 2,4 por ciento y el Banco Mundial espera una mejora del 2,2 por ciento. Para Fiorito, investigador de la Universidad Nacional de Moreno, “todas las medidas anunciadas son contractivas de la demanda: reducción del gasto, liquidación de empresas públicas, reforma del sistema previsional y restringir el crédito de los bancos públicos. Brasil volvió a los años noventa argentinos. No hay indicios de una reactivación que permita salir del estancamiento que comenzó hace siete años”. En ese sentido, el economista advierte que “tampoco puede esperarse una recuperación exportadora. Incluso si su economía crece alrededor del 2 por ciento que sería un gran éxito, no habrá una locomotora brasileña que arrastre a la Argentina”.
Un elemento adicional a la hora de considerar la debilidad de la economía brasileña es la escalada en el desempleo que entre 2015 y 2018 pasó de 6,5 a 11,7 por ciento, lo que equivale a más de 12 millones de desocupados. “Para la economía argentina en su conjunto lo que importa no es tanto la competitividad cambiaria con el país vecino sino su crecimiento”, enfatiza Marcó del Pont al señalar que “a más de un año de la implementación de la reforma que flexibilizó al extremo las condiciones laborales, todos los indicadores del mercado de trabajo son decepcionantes. El empleo cayó y las ocupaciones que se crean son básicamente informales o por cuenta propia”.
Riesgo industrial
“A lo largo de los primeros diez meses de 2018, Brasil fue el destino del 18,2 por ciento de las exportaciones totales. Si sólo se consideran los bienes industriales, la relación es aún más significativa: en el mismo período, Brasil fue destino del 37,2 por ciento de las exportaciones de manufacturas de origen industrial y en algunos sectores fabriles representó más del 50 por ciento de las ventas externas, como la cadena automotriz, plásticos y sus manufacturas, productos de molinería”, explicó Dragún, quien dirige el Centro de Estudios de la UIA. “La incipiente mejora que comenzó a mostrar Brasil ayudó a que algunos sectores industriales mejoren un poco. Pero entre 2014 y 2016 la industria brasileña perdió 20 puntos. Incluso una recuperación como la que anticipan los mercados es insuficiente para traccionar a la Argentina”, comentó el economista al ser consultado por este diario. “Frente al programa económico que plantea Bolsonaro, Argentina tiene todo para perder. No solo por un Mercosur debilitado, incluso si no se flexibiliza el acuerdo, si Brasil adopta una mayor apertura comercial las empresas argentinas serán castigadas por una competencia feroz de otros países, en particular asiáticos”, indicó Español, de Radar Consultora. Por su parte, Giarrizo, del Centro de Economía Regional y Experimental (Cerx), considera que frente a un Mercosur debilitado “las exportaciones de las empresas pymes que venden productos a ese mercado pueden verse complicadas ya que habrá menos margen para negociaciones bilaterales”.
Un elemento adicional que plantea Español es que en contextos recesivos no solo cae, por ejemplo, el patentamiento de vehículos sino que la estrategia del país vecino es inducir una reducción en la participación de los autos importados sobre el total. Español considera que una posible ruptura en el
bloque regional afectaría los ya escasos flujos de inversiones extranjeras hacia la Argentina: “Cuando los inversores deban elegir en qué país instalarse para abastecer de autopartes a la región se volverán a Brasil en detrimento de Argentina”.
“Al mundo desarrollado y especialmente al mercado, Bolsonaro les encanta. Eso podría aumentar los flujos de inversiones a Brasil y a nosotros beneficiarnos por dos vias: algún efecto rebote de esas inversiones aunque lo veo poco significativo y un tipo de cambio real bilateral más favorable a la Argentina porque el real podría apreciarse”, apunta Giarrizzo al advertir que “son conjeturas en base a los pronósticos optimistas que hacen los organismos multilaterales”. Ante la consulta sobre los potenciales efectos positivos de las políticas anunciadas por Bolsonaro y sus colaboradores, Dragún señaló que el programa de privatizaciones puede mejorar las expectativas reimpulsando la llegada de flujos financieros hacia la región aunque, como demostró la crisis financiera de 2018, la economía argentina es vulnerable a los movimientos de esos capitales.