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Roberto Funes Ugarte: «Hoy este programa es necesario»

Conduce «¿Quién sabe más de Argentina?» en la TV Pública.

Dice que «la calle no se deja nunca», pero disfruta la faceta de conductor, que lo tendrá en pantalla de lunes a viernes con el clásico programa de preguntas y respuestas.

La Argentina como objeto de estudio nacional e internacional. En universidades, centros de estudios o proyectos audiovisuales, el país suele ser materia de análisis de todo tipo y factor. Y ahora también la argentinidad será eje de un programa de televisión, ya no en busca del supuesto “sentir nacional” como propone 100 argentinos dicen, sino como sumatoria de hechos y nombres concretos. Desde esta tarde, la TV Pública emitirá de lunes a viernes a las 19 ¿Quién sabe más de Argentina?, un ciclo que se propone entretener, aprender y premiar a los participantes que más sepan sobre algún tema referido al país. Con la conducción de Roberto Funes Ugarte, el ciclo se propone como un certamen para que el público demuestre todo lo que sabe sobre historia, hechos y personajes que son parte de la idiosincrasia argentina. “Es un programa que te entretiene, del que todos pueden participar, y que además te puede ayudar a sacarte dudas sobre todos los temas que forman parte de nuestra cultura”, le cuenta Fines Ugarte.

¿Quién sabe más de Argentina? le devolverá a la TV Pública el clásico programa de preguntas y respuestas, tan longevo como (casi) la misma televisión. En este caso, la propuesta de Boxfish (Masterchef Celebrity, El Gran Premio de la Cocina, 100 argentinos dicen) contempla la participación de tres duplas que competirán en distintos desafíos sobre historia, cultura, ídolos, próceres, costumbres y entretenimientos arraigados en el territorio argentino. ¿El premio a la dupla ganadora? Hasta 200 mil pesos por semana. El aspecto distintivo del ciclo es que los desafíos contemplan mucho más que responder preguntas. “El programa -cuenta Funes Ugarte- es como si fuera una Carrera de Mente. Es sobre todo lo que somos los argentinos, que somos la Biblia y el calefón. Por ejemplo, hay un juego en el que tienen que elegir la respuesta correcta entre diferentes opciones, hay otro en el que tienen que cantar, otro en el que me tienen que llevarme de viaje. Es un programa muy dinámico”.

Buceando en el “edutainment”, ese particular género que se propone entretener a la audiencia a la vez que educar, ¿Quién sabe más de Argentina? tendrá como animador al periodista que se hizo conocido por sus coberturas glamorosas y extravagantes en los veranos de Punta del Este para C5N. Un estilo que lo llevó a que hoy aterrice en la TV Pública como animador de un ciclo de entretenimiento, pero que además lo tiene como conductor de Sobredosis de TV en C5N y también como columnista en Telefe Noticias con su segmento “Contratado por un día”, donde se pone en la piel de distintos oficios por una jornada.

“Si bien el formato de este programa es muy diferente, yo sigo siendo el mismo”, aclara Robertito, con ese tono acelerado y nasal que lo caracteriza. “Todo lo que he cosechado en mi trabajo, todo lo que aprendí en la calle, en los noticieros o en Telefe, es un cúmulo de experiencia que ahora lo vuelco en esta nueva etapa, donde juego a otra cosa. Como conductor de ciclo de entretenimiento, se supone que uno actúa de…, pero yo voy a tener la impronta de siempre”, subraya.

-¿Cuánto hay de personaje y cuánto de realidad, en tu caso?

-Yo soy 100 por ciento real, no hay otra cosa. No construyo nada que no soy. Si hay algo que me gusta, lo hago; si hay algo que no me gusta, lo digo. No critico a quienes construyen un personaje mediático, eh. Simplemente que yo soy eso que se ve.

-Ahora que te afianzás como conductor, ¿vas a dejar definitivamente la calle? ¿Qué aprendés a diario como cronista de exteriores?

-La calle nunca se deja. El hecho de ser conductor y presentador desde hace un tiempo, y ahora con este desafío en la TV Pública, es el resultado de haber tenido tantos años de relación con la gente en mis móviles, que es en definitiva lo que más me gusta hacer. Obviamente que me gusta conducir un programa, estar sentado en el estudio, pero amo hacer los móviles. La calle no la voy a abandonar nunca. A la calle se vuelve siempre. Y también se entra al estudio siempre.

-Desde aquella cobertura de temporada a pura glamour en Punta del Este a tus trabajos como cronista de marchas y contramarcha en la ciudad de Buenos Aires, no exentas de manifestaciones violentas, ¿cómo evaluás la “temperatura social”? ¿Cambió mucho tu relación con la gente? ¿En qué lo notás?

-Mi relación con la gente sigue siendo buena. Es más: la gente me puso en el lugar que estoy hoy. Tanto en una temporada en Punta del Este como en una cobertura internacional como fue la asunción del Papa en el famoso cónclave, o en la asunción de Máxima Zorreguieta, en la canonización de Juan Pablo II, o en las fiestas populares en todos los pueblos. O en los móviles con las señoras de Cocoon, como les digo yo en Palermo. Siempre le estoy agradecido a la gente. No he tenido grandes problemas, más allá de lo que pasó en este último suceso, que no fue “la gente”, sino que fue un hombre que quería llamar la atención… No era ni un militante ni estaba en contra mío… Terminó siendo un fiasco ese hombre. La gente está triste, un poco preocupada, cansada y con mucha incertidumbre, y eso se siente en la calle. La veo más desanimada. El contexto de la pandemia nos ha llevado a reflejarnos frente al espejo.

-¿Considerás que, ante tanta incertidumbre que genera la pandemia y la sobreinformación, es un buen momento para los ciclos de entretenimiento?

-Es el momento para que la televisión acompañe a la gente. La gente, además de informarse, necesita divertirse. Todos necesitamos oxigenarnos. Mucho más en pandemia. Y creo que los programas de entretenimiento tienen la virtud de incluir a los televidentes, de que puedan participar también. A las 7 de la tarde, cuando llegas de trabajar, y te relajás un poco, puede ser una buena opción hasta que después lleguen las noticias. Es un programa muy necesario en este momento. El programa va a exponer a esa cosa argentina de creer que nos la sabemos toda. Y ya sabemos: el argentino habla mucho y dice poco. 

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