Gran Bretaña ya no forma parte la Unión Europea
Un país atravesado por el deseo de aislarse y a la vez de pertenecer
Desde Londres.A las 11 de la noche, el Reino Unido dejó oficialmente de pertenecer a la Unión Europea (UE). Una hora antes, en un mensaje pre-grabado en su página de Facebook, Boris Johnson exaltó la salida del bloque europeo con un llamado a la unidad nacional y al “comienzo de una nueva era en la que el futuro de cada uno no dependa del azar del lugar de nacimiento”. A unos pasos de su residencia oficial, 10 Downing Street, el ala durísima del Brexit, las huestes de Nigel Farage, no querían saber nada con este mensaje conciliador: la fiesta que congregó a miles de personas en la Plaza del Parlamento era para celebrar la «liberación de las cadenas de la Unión Europea». Al borde del Támesis en Londres y en vigilias con velas encendidas en todo el país, los pro-europeos hicieron sus postreras manifestaciones ante lo inevitable. A las 11, la proyección digital sobre la fachada de 10 Downing Street de un reloj llegó al momento culmine luego de un conteo descendiente coreado en la Plaza del Parlamento como si fuera la llegada de año nuevo: el Reino Unido ya no pertenecía al bloque europeo.
La salida es a la vez formal – hay un período de transición hasta el 31 de diciembre – e irreversible: no existe la posibilidad de marcha atrás. Si este año el Reino Unido tuviera un masivo arrepentimiento, tendría que renegociar su entrada en la UE. En la Plaza del Parlamento, la mera posibilidad causaba risa. “Nos fuimos y no volveremos. Por fin se respetó el mandato democrático. Somos libres”, aseguró eufórica una jubilada vestida con los colores de la bandera del Reino Unido.
La celebración de los pro-Brexit fue entusiasta y colorida, pero limitada porque regía la prohibición municipal de fuegos artificiales, música con altoparlantes y alcohol, aunque difícilmente en el Reino Unido baste un edicto para evitar la presencia de este último ingrediente, sea de contrabando o por consumo en los atestados pubs de la zona. En todo caso la prohibición fue funcional al gobierno que buscó un festejo moderado que no exacerbe el rencor acumulado durante la larga saga del Brexit, tan larga que es difícil medirla en años, saber si comenzó con el referendo de junio de 2016, con la insidiosa ofensiva mediática de los 90, con Margaret Thatcher en los 80 o con algún atávico instinto insular.
En horas de la tarde el gobierno buscó reforzar su mensaje de una «nueva era» con una reunión de gabinete en el National Glass Centre, un museo y centro de arte de Sunderland, el norte del país. Las reuniones de gabinete siempre se hacen en 10 Downing Street. El honor en este día trascendental le correspondió a Sunderland porque es una localidad emblemática: fue la primera en anunciar la victoria del Brexit. Pero además representa a ese norte pobre e históricamente laborista que en diciembre votó a Johnson con tal de asegurarse la salida de la UE.
La visita tenía la espectacularidad que necesitaba este mensaje de nueva aurora de Johnson, pero no pudo ocultar las profundas divisiones de un país polarizado. Un grupo de estudiantes se manifestó con carteles de “Boris you are not welcome here” y “Tory cuts not welcome here”. Una pareja de pro-europeos, James y Janet Sheetin, de 58 años, se desviaron de su viaje desde otra ciudad del norte, Newcaste, para plantarse en las puertas del National Glass Center con la bandera europea al grito de “long live Europe”. Empleado de un supermercado, James Sheetin le dijo al periódico local “Sunderland Echo” que la visita de Johnson era un golpe de efecto barato. “Su partido no hizo nunca nada en su vida por el Noreste del país”, dijo Sheetin.
Esta mezcla de escepticismo y alegría, desazón, euforia e incertidumbre es una clara muestra que el Reino Unido está hoy peligrosamente desunido como demostraron anoche las voces que llegaban de las otras dos naciones y de la provincia que constituyen el Reino. En la frontera irlandesa, el punto más álgido de las negociaciones del Brexit porque une a la República de Irlanda, miembro de la UE y a Irlanda del Norte, cuarta pata del Reino Unido, militantes de las Comunidades Fronterizas contra el Brexit, revelaron en un acto un gigantesco cartel con la consigna “fight goes on” (la lucha continúa).
En Escocia, la primer ministro Nicola Sturgeon, dijo que Escocia “es arrancada de la Unión Europea contra los deseos de la enorme mayoría” que votó en el referendo a favor de permanecer en el bloque. En Gales, que votó a favor de la salida, el primer ministro Marrk Drakeford dijo que seguirían formando parte de Europa. Un recorrido que hizo el matutino «The Guardian» por varias localidades pro-Brexit muestra la misma mezcolanza de emociones. En el norte del país, Birkenhead es uno de esos lugares que ha desafiado la comprensión de los analistas políticos: beneficiario neto de subsidios de la UE, votó a favor de la salida (lo mismo ocurrió en Gales). “Estoy aliviada. Ya estábamos hartos de tanta regulación que venía de gente que no conocíamos. El pueblo quería recobrar el control”, le señaló al matutino Hazel Harris de 78 años. En Barry Island, otra localidad pro-brexit, Emma Page, de 42 años, confesaba su incertidumbre y las divisiones familiares. “Soy la única que votó a favor de salir. Mi padre todavía me reprocha que es por gente como yo que está pasando lo que pasa. Espero haber tomado la decisión correcta y que se curen las heridas, pero va a tomar tiempo”, le dijo al diario The Guardian.
Según John Curtice, el especialista de sondeos de la BBC, que a diferencia de muchos de sus colegas alrededor del mundo viene acertando en sus predicciones, las encuestas muestran claramente que si la votación se celebrara hoy ganarían los que quieren seguir en la UE. «La última media docena de sondeos le dan a los pro-europeos un 53 por ciento y a los pro-Brexit un 47 por ciento. La mayoría de los que votaron en 2016 votarían de la misma manera. La diferencia radical es con los que no votaron. Entre este grupo los pro-europeos son el doble», señala Curtice. Entre ellos están los que no pudieron votar en 2016 por su edad: cuanto más joven, más decididamente pro-europeo el perfil del votante. La confusión en este grupo es inevitable. Un ferviente pro-europeo, Timothy Garton Ash, trataba de lidiar con el asunto exhortando ayer en una columna en el The Guardian “a desear que el Brexit sea exitoso y que la Unión Europea sea más exitosa aún”.
En medio de esta marea emocional de los tradicionalmente circunspectos británicos una cosa está clara. Sea por la historia, la geografía o la conveniencia, el Reino Unido no podrá librarse de su vecino. Hasta fin de año tendrá que negociar cómo será la relación al final de la transición. Y luego, de una manera u otra, pase lo que pase, tendrá que seguir el diálogo. El mismo Timothy Garton Ash citaba en The Guardian las palabras del historiador RW Seton-Watson en 1937 para caracterizar la ambivalente relación británica con el continente. “El deseo de aislamiento. Y la conciencia de que es imposible. La aguja del compás británico sigue oscilando entre estos dos polos” A más de 80 años nada ha cambiado ni nada cambiará.