Arquitecto de la UNNE desarrolla urbanísticamente una ciudad de Israel
A 35 km de la ciudad de Tel Aviv se levanta la ciudad de Ashdod, una moderna ciudad planificada que cobija a uno de los dos puertos de carga más importantes de Israel. De cara al Mar Mediterráneo, Ashdod fue dejando progresivamente la imagen de un “asentamiento” sobre terreno arenoso que reflejaba en 1956 cuando fue fundada, por una urbe en constante crecimiento que hoy cuenta con aproximadamente 250 mil habitantes.
En el desarrollo urbanístico de Ashdod, mucho tiene que ver la impronta del arquitecto correntino Walter Scheinkman quien desde fines de la década del 80 le incorpora su sello al perfil de la ciudad portuaria.
Cualquier viajero que llegue a Ashdod y se asombre de los complejos habitacionales compuestos por torres integradas, algunas con más de 30 pisos, no sabrá que tiene detrás el diseño, gestión y construcción de Scheinkman. En cada rincón de los 47.24 km cuadrados del actual territorio de esa ciudad hay una obra del arquitecto correntino, cuyo estudio se ha convertido en referente en proyectos relacionados con el desarrollo urbanístico.
La historia de Walter Scheinkman es similar a la de tantos otros profesionales que a poco de graduarse buscan desarrollarse en un escenario distinto al propio, pero más como un desafío personal que por falta de oportunidades. Se recibió en 1985 en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNNE y al año junto a su esposa Déborah Slutsky y su hijo Fabio de 1 año y medio, deja su pequeña empresa de mensajería en la ciudad de Corrientes para emigrar a Israel con un contexto laboral del que poco conocían. “Sólo queríamos dedicarnos a nuestras respectivas profesiones y poder integrarnos a esta nueva sociedad de la que deseabamos formar parte”. Siete años después, ya afincados totalmente, agrandarían la familia con la llegada de su segundo hijo Saar.
Kibbutz y destino. Al llegar a Israel junto a su pareja residen temporalmente en el Kibbutz Givat Brenner ubicado muy próximo a la ciudad de Rehovot. Durante 6 meses, además de los trabajos rurales y otras actividades para esa comunidad, tomaban clases para aprender el idioma. A todo esto, periódicamente una suerte de “reclutadores de profesionales” recorrían los kibbutz captando a aquellos cuya formación era requerida en algún destino determinado.
Para suerte de Scheinkman su destino y el de su familia, estaría cerca de Rehovot, en la creciente ciudad de Ashdod. “Como se suele decir, estuve en el lugar preciso y en el momento indicado”. A principios de los 90 se produce un fenómeno sociopolítico de trascendencia, cerca de 1 millón de emigrantes de la ex Unión Soviética llegan a Israel y junto con ellos surgen necesidades habitacionales, sanitarias y educativas que satisfacer.
Scheinkman ve la oportunidad que había estado esperando y organiza su estudio. Supo también que había llegado el momento de esgrimir uno de sus mayores tesoros que había llevado entre sus pertenencias: los cinco tomos del trabajo final con el que se había graduado y que le serviría de plataforma para el salto profesional que estaba a punto de dar. “La ciudad necesitaba crecer, dar viviendas y servicios básicos a mucha gente sobre la base de lo que ya estaba hecho, pero que se presentaba obsoleto e ineficiente. A eso lo llamamos: Renovación Urbana”.
Cuando Scheinkman habla en plural, es porque el concepto está plasmado en el trabajo final que realizó junto al entonces grupo de estudiantes a punto de graduarse de arquitectos: Sergio Svibel; Julio Putallaz; Cesar Barbosa; Gustavo Peyrano y Alfredo Pujol.
Con esa formación como hándicap y un Estudio de Arquitectura formado se hizo un lugar dentro del Programa Nacional Israelita que promueve mejoras en las construcciones en la ciudad de Ashdod. Fundamentalmente en una línea de trabajo que propone entre otras cosas, la destrucción de complejos habitacionales con más de 50 años de antigüedad, sobre los que construyen edificios de más de 20 pisos, integrados entre sí y con tecnología de última generación.
Esta propuesta tuvo un gran impacto fundamentalmente en zonas donde el valor de la propiedad es más elevado. De esta manera se amplía, optimiza y moderniza toda la estructura edilicia habitacional, sin tener necesidad de erradicar a los vecinos, a los que se les solventa el alquiler de una vivienda temporaria. La oferta que se les hace es difícil de ser despreciada. Un caso promedio es el siguiente: de estar viviendo en un departamento de 60 metros cuadrados, el propietario pasa a tener uno de 145 metros cuadrados (aproximadamente) a estrenar en un edificio de 20 pisos, construido sobre uno que antes tenía no más de 4 pisos.
Pero los proyectos no se limitan a edificios de vivienda, muchas de sus ideas están volcadas en establecimientos escolares y centros sanitarios de esos grupos habitacionales, como así también a paseos comerciales de la ciudad.
El diseño, gestión y administración de las obras están a cargo del Estudio Sheinkman, que hoy cuenta con 10 personas, bajo la batuta del arquitecto correntino. Su mayor virtud señala “es el contacto personal que hago con los vecinos y propietarios” en los barrios en los que se despliega un proyecto.
“Eso de vincularse y conocer la opinión de la gente lo aprendí en la Facultad de Arquitectura, en dónde periódicamente relevábamos necesidades habitacionales en barrios periféricos de Resistencia y Corrientes”, explicó el arquitecto. “También tengo que remarcar y valorar la amplia formación que tuve en todas las disciplinas de la construcción porque me permitió realizarme profesionalmente”.
Cuenta a modo de anécdota, que exhibe con orgullo tal si fuera una pieza histórica, su trabajo final de graduación. La obra fue adquiriendo un valor testimonial con el correr de los años. Eso tiene una explicación, en su contacto diario con arquitectos e ingenieros israelíes y de otras nacionalidades, “no pueden creer que los planos, cortes y demás elementos del trabajo hayan sido hechas a mano con tal nivel de exactitud y prolijidad”, comenta risueñamente.
“Imaginate muchos de estos chicos y otros no tanto, se manejan desde hace muchos años con los programas de dibujos por computadora, asique no conciben que esa calidad haya sido lograda a pulso y tipeada con máquina de escribir”.
Descartando que estas herramientas de dibujo ya están al alcance de la mano de los estudiantes en cualquier lugar del mundo, Scheinkman da un gran valor a la formación universitaria que se da en Arquitectura de la UNNE en donde estuvo hace no muchos años brindando una charla. “Los graduados de las Universidades de Tel Aviv, Jerusalem o la Thecnion pueden llegar a tener una formación teórica o de diseño más fuerte, los profesionales de la UNNE se desenvuelven mejor en las áreas de construcción, conocimiento de materiales y vinculación con la gente que es tan o igual de importante que todo lo anterior”.
Conocedor de la existencia de un Plan Costero que impulsa el desarrollo urbanístico en ese sector de la ciudad de Corrientes, se manifestó predispuesto a brindar su experiencia a los efectos de marcar los pro y los contra de la iniciativa.
El aporte está en consonancia con aquello de que cuando se está lejos del pago “uno siempre está volviendo”, aunque rápido de reflejos Scheinkman aclara “lo nuestro ha sido una elección y profesionalmente ya es difícil que dejemos este lugar…pero es verdad, junto a mi familia, siempre estamos volviendo desde el corazón, con un chipa compartido, en el matecocido diario que tomo o en los amigos de Corrientes que residen acá, siempre estamos volviendo”.