El aumento de precios hundió a 2,5 millones el último año
En el último año, 2,5 millones de personas en todo el país empeoraron su posición económica y pasaron a ser pobres en términos de su ingreso monetario. Ese número se basa en una estimación porcentual de pobreza por ingresos del 33/33,5 por ciento para el cuarto trimestre del año pasado, lo cual implica una fuerte suba respecto al mismo período de 2017, cuando se registró una tasa de pobreza del 26,3 por ciento según el Indec. Cada punto de aumento equivale a 450 mil personas en todo el país. Estos datos fueron calculados recientemente por Diego Born, sociólogo y especialista en estadísticas sociales, en base al recorrido de los salarios, jubilaciones y empleo frente a los precios de la canasta de pobreza, y coincide con las estimaciones de otros investigadores y organismos. Recién a fines de marzo el Indec publicará el dato de pobreza del segundo semestre del año pasado, que rondaría el 31,5 por ciento, por encima del 25,6 del mismo período de 2017.
La macroeconomía argentina a lo largo del año pasado fue una fuente de creación de pobreza y de deterioro de las condiciones socio-económicas generales. Hay un puñado de grandes números ya publicados que hablan por sí solos. El índice general de salarios tuvo en noviembre del año pasado una suba nominal del 27,9 por ciento frente al mismo período de 2017, según el Indec, mientras que la inflación general de ese período fue del 48,5 por ciento y el incremento de los precios de la canasta de pobreza, del 52,9 por ciento, lo cual implica una diferencia de 25 puntos frente a los salarios. Además, los jubilados comenzaron el 2018 con un haber mínimo de 7246 pesos que ahora está en 9300 pesos, un alza del 28,3 por ciento, 20 puntos por detrás de la inflación general. Al mismo tiempo, el indicador que confecciona la Secretaría de Trabajo arrojó un deterioro del empleo del 2,3 por ciento en 2018.
«El salto de la pobreza en el cuarto trimestre del año pasado obedece a un incremento feroz de la canasta básica. Este aumento fue claramente superior al del promedio de los precios de los consumos de todos los hogares porque los bienes y servicios que mayor peso relativo adquieren entre los consumos de los pobres crecieron muy por encima del resto, como fue el caso de alimentos y bebidas (51 por ciento), servicios de la vivienda (55,0) y transporte público (70,0). En contrapartida, los rubros educación, recreación y cultura, hoteles y restaurantes y ropa -consumos más típicos de sectores medios o integrados- aumentaron en torno o por debajo del 40 por ciento. Esta inflación ´pro-pobre´ se explica tanto por el efecto de la devaluación como por el efecto de las tarifas», señala Diego Born ante la consulta de este diario.
«Si se considera la inflación de los ´pobres´, o sea la canasta básica total, frente al último trimestre de 2015, la caída del poder adquisitivo del salario privado es de 18 por ciento y de la de jubilaciones mínimas y asignaciones del 26 por ciento. Pero además de la pérdida de poder adquisitivo, esto se da en un contexto en el que se empieza a notar con fuerza el deterioro del mercado de trabajo. La desocupación subió y si no lo hizo más fue por la aparición de changas modernas del estilo Uber», agrega Born.
Para el investigador, en base a los datos parciales que existen al momento, la pobreza en el segundo semestre de 2018 se habrá ubicado en el 31,5 por ciento, lo cual implica un incremento de 5,9 puntos en la comparación interanual. En tanto, Born calculó que en el cuarto trimestre la pobreza se ubicó en el 33/33,5 por ciento, siete puntos más frente al mismo período del año previo. En términos absolutos, serían 2,5 millones de personas que pasaron a ser pobres. El investigador del Conicet Daniel Schteingart coincide en que la pobreza en 2018 tuvo un aumento de siete puntos porcentuales. El Observatorio Social de la UCA midió un aumento de la pobreza algo menor, aunque el punto de llegada es el mismo: 33,6 por ciento.
Sergio Chouza, investigador de la Universidad de Avellaneda, indicó que «al Gobierno no sólo le queda afrontar el indicador de suba de pobreza en el segundo semestre de 2018 sino también en el primer semestre de 2019, en donde la inflación no se va a desacelerar en términos anuales, tanto por la inercia alta como por la inflación reprimida del año pasado. Todavía no se trasladó completamente la devaluación a los precios, lo cual seguirá presionando sobre la pobreza». Chouza advierte por la multiplicación de la «pobreza energética», ya que según sus cálculos el peso de los servicios públicos, incluyendo transporte, ya representa el 11 por ciento del salario promedio.
El 33,5 por ciento de pobreza para finales de 2018 está muy por debajo del dato de 2003, cuando hubiera alcanzado el 70 por ciento con la metodología actual, destaca Born. «Probablemente nos encontremos en niveles cercanos a 2008-2009, y varios puntos por encima de 2011-2015, donde osciló, de la mano del ciclo económico, entre 24 y 29 por ciento (en el pico registrado con la devaluación y recesión de 2014) bajo la metodología actual», agrega.