La disputa por la Copa Libertadores está abierta Una final con todas las letras
La primera parte de la Superfinal se jugó como debía jugarse, con muchísima intensidad. Ni Boca ni River podrán reprocharse nada en cuanto a la entrega, o la capacidad de reinventarse sobre la marcha frente a las adversidades. Tampoco podrán lamentarse del resultado. El empate fue justo en el más amplio sentido. Es cierto que Boca estuvo dos veces en ventaja y que incluso tuvo una chance en el final: el remate de Benedetto al cuerpo de Armani, que bien definido le hubiera otorgado la victoria. También es cierto que, entre los xeneizes la figura terminó siendo Rossi, quien tapó un tiro libre al Pity Martínez que se le metía en ángulo y un cabezazo de gol al colombiano Borré, todo en el primer cuarto de hora.
Es que River había sido mucho mejor que Boca en el arranque, superior en todo sentido. Más claro en sus propósitos y más simple en el armado de sus jugadas de ataques, sobre todo cuando la pelota tocaba los pies del chico Palacios y del Pity Martínez. Con la pelota o sin ella, los millonarios ejercían su dominio: llegaban rápido al área de Rossi y sin pagar peajes en el mediocampo, y si no se las ingeniaban para asfixiar la salida del conjunto xeneize, obligándolo a salir del fondo a pelotazos limpios.
Si hubo un punto de inflexión en la tarde de los xeneizes llegó después de la salida de Pavón. El siete bravo que ayer, por momentos bien tomado por Martínez Quarta, parecía estar en otro lado. Con el ingreso de Benedetto, que se metió rápidamente en partido y terminó empujando a sus compañeros contra el arco de Armani, Boca consiguió cambiar su imagen. Con ese envión llegó el gol de Wanchope Abila, quien debió fusilar dos veces al arquero Armani para abrir la cuenta en la resolución de la que, sin dudas, fue la mejor jugada colectiva de Boca en el partido.
Todo un desahogo para el equipo de Guillermo y para los hinchas que colmaron la Bombonera y que no terminaban de digerir que River estaba siendo, al menos hasta ahí, muy superior en el juego. Entonces pasó que River sacó del medio, el Pity metió un pase profundo espectacular que Pratto tomó a espaldas de Izquierdoz para ingresar al área con la pelota dominada y ahí nomás sacar un remate cruzado que volvió a dejar el marcador en tablas.
No hacía falta más para sentenciar que la final estaba tomando la temperatura y la intensidad que a partir de esos goles mantuvo hasta el pitazo final. Boca acusó el golpe y River, siempre más claro en el juego, volvió a generar situaciones claras de gol: como la que tuvo Pity Martínez, que Rossi le tapó con sus piernas, y la que inmediatamente se perdió Borré. Otra vez River mandaba, y otra vez Boca lo frenó en seco, esta vez con un cabezazo fenomenal de Benedetto, tras un centro de tiro libre de Villa. Así, Boca se fue al descanso con la idea de que la fortuna le sonreía.
A diferencia de lo ocurrido en la primera parte, River no logró repetir en la segunda su dominio. Palacios y Martínez comenzaron a pagar el desgaste y Boca, con el aire de la ventaja, comenzó a controlar las acciones. Fueron apenas quince minutos de dominio xeneize y no alcanzaron para estirar la ventaja, de hecho si bien habían conseguido alejar a los visitantes del arco de Rossi, prácticamente no acercaron peligro al arco de Armani. En eso estaba el trámite cuando a los 60 llegó el empate de River, con un tiro libre del Pity que peinó contra su arco Izquierdoz, ocupado por una lucha sostenida contra Pratto.
Ya no el equipo xeneize sino toda la Bombonera sintió el mazazo y entendió que la final no iba a venir como de regalo. Los cambios le agregaron un poco más de vértigo y los xeneizes tendrán quince días para lamentar el fallido remate de Benedetto, que habilitado por Tevez le dio con alma y vida sobre el cuerpo del arquero millonario. ¿Por qué no la paró? ¿Por qué no lo eludió? ¿Por qué no la picó?
En todo caso, de aquí hasta que comience el partido de vuelta en el Monumental, entre la mucha tela que quedó para cortar, ambos equipos y sus cuerpos técnicos –y seguramente lo mismo harán sus respectivos hinchas– tendrán para analizar con frialdad qué les faltó ayer a cada uno como para desnivelar la balanza de un encuentro al que no faltó prácticamente nada, que se jugó como una verdadera final, histórica y absolutamente relevante para los dos clubes más grandes del fútbol argentino.